domingo, 25 de enero de 2009

CUENTOS A MIS NIETOS

Cada noche mis nietos me pedían que les platicara un cuento, pero ellos cansados de las versiones originales, me decían:

¿Qué pasaría sí...?

De ello se desarrollaron variantes como ésta:


EL LOBO DE CAPERUCITA ROJA.

Para mi nieta Blanca Nieves, como un recuerdo sobre los cuentos que de niña le platicaba su abuelo.

Todos conocemos el cuento de Caperucita Roja, aquella niña inocente que un día cruzó el bosque para llevar una canasta con alimentos para su abuelita enferma, lo que no sabe todo el mundo es que sucedió con el lobo después de aquel gran festín que se dio en el tan famoso banquete.

Imaginemos al lobo, un terrible animal famélico babeando de hambre, enseñando unos terribles colmillos más filosos que cualquier instrumento humano, apenas había concluido un crudo y largo invierno y el pobre lobo no había logrado conseguir casi nada par alimentar a su enorme cuerpo que le exigía comida cada minuto, cuando se le presentó la oportunidad de devorar a la abuelita que yacía enferma de diarrea en la pequeña cabaña ubicada en la parte central de aquel enorme y sombrío bosque.

Enterado el malvado lobo por los comentarios de la inocente niña, con la sagacidad que el hambre les proporciona a los necesitados, imitó la dulce voz de Caperucita, la vieja abuela llevaba tres días que se pasaba las horas sentada en el wáter y con los ojos sumidos en unas órbitas que denotaban un tremendo insomnio y una deshidratación espantosa, ya que había expulsado cuanto líquido le podía quedar en su enjuto cuerpo, le era imposible dejar el lecho una vez más, por lo que en lugar de asearse después de su última e inútil visita al W.C. (ya no tenía nada que expulsar) quitó el cerrojo de la puerta, haciendo un enorme esfuerzo llegó hasta su cama.

Se arrebujó en el lecho cuando llegó la posible visita esperada, pero era el maligno animal que quiso aprovecharse de la debilidad de la anciana, con lujo de violencia trataba inútilmente de masticar aquellos huesos que le resultaron tan duros como piedras de río, en su afán provocado por la ansiedad del hambre impaciente, se quebró dientes, colmillos y molares, sin obtener en cambio ni una sola gota del jugoso banquete que había imaginado, esta fue la verdadera causa de que el pobre animal se viera obligado a devorar entera a la abuelita.

Terminada la triste comida que esperaba fuera un entremés para continuar con el platillo principal que sería la tierna criatura, inútilmente se probó la dentadura postiza de la abuela ya que le sobraba espacio en sus quijadas y el postizo se le movía por doquier, preso de desesperación se afiló lo poco que le quedaba de dentadura con un limatón que encontró en una vieja caja de herramientas, propiedad del abuelo de la niña.

A los minutos, el lobo infectado por la disentería que le contagió el haber comido a la anciana, tenía unos terribles movimientos en la tripa, se encontraba sentado en el wáter de la casa con cólicos que lo hacían llorar de dolor, aparte sabedor de que el malestar provenía del alimento malsano, se metía mano y brazo por la garganta tratando de asir por los cabellos al bocado que tanto daño le estaba causando, en ello se mantenía ocupado cuando la dulce niña llegó a cumplir el sagrado deber de visitar a la abuelita.

El lobo ya no tenía interés por la comida, lo que deseaba era a como diera lugar desechar lo tragado, la niña al ver aquel cuadro tan espantoso empezó a pedir auxilio, a los gritos de ella, unos leñadores escucharon la solicitud de ayuda y encontraron al lobo en una rara postura: se había colocado un trozo de leño para mantener las quijadas en máxima apertura y con las dos manos jalaba a la abuelita que con el susto se le suspendió la diarrea y se le veía de mejor semblante, con la apoyo de los leñadores pronto extrajeron a la anciana completa, que daba gracias al cielo de haber contraído aquella terrible diarrea que tanto malestar causara al lobo.

El pobre animal salió huyendo despavorido de aquella casa, y no lo volvieron a ver ni a escuchar sus terribles aullidos durante la larga vida de Caperucita Roja.

Madrid, a 7 de octubre de 2008